¿Que hicieron?
Realizaron un seguimiento retrospectivo de 30 pacientes que se habían sometido a una intrusión total del arco con minitornillos de la siguiente manera:
Participantes:
Pacientes con aumento del ángulo del plano mandibular de Frankfort (> 28,6˚) y patrones esqueléticos 1 o 2. Sus principales quejas incluían cara alargada, sonrisa gingival o incompetencia de los labios.
Intervención:
Todos los pacientes tenían intrusión total del arco usando mini-implantes. Colocaron minitornillos de 1,8 mm de diámetro y 7 mm de largo bucalmente entre las raíces de los premolares y los molares, aplicando directamente fuerzas de intrusión elastomérica en 3-4 semanas. Los médicos aplicaron una fuerza de 100 a 150 g por cada TAD en un arco de acero inoxidable rectangular de 0,016 x 0,022 pulgadas en una ranura de 0,018 pulgadas. También colocaron minitornillos mandibulares suplementarios para prevenir la extrusión compensatoria en 20 pacientes. Todos los pacientes tenían retenedores fijos con retenedores removibles circunferenciales recomendados para usar a tiempo completo durante los primeros seis meses después del tratamiento antes de reducirlos solo por la noche.
Resultados de la valoración:
Tomaron cefalogramas laterales al final del tratamiento y al menos 12 meses después del tratamiento. Esto les permitió medir el movimiento vertical de la dentición anterior y posterior mediante el cálculo de la cantidad de cambio en U1-PP y U6-PP, respectivamente.
¿Qué encontraron?
Los resultados fueron relativamente simples. Como era de esperar, la parte anterior y los dientes posteriores se intruyeron significativamente durante el tratamiento: 2,3 mm en la parte posterior y 2,04 mm en la parte anterior. La disminución correspondiente en la altura facial anterior fue de 2,7 mm y SN-GoMe fue de 2,1 grados. Este cambio se acompañó de una disminución del ANB (0,95 grados), lo que refleja cierta autorrotación mandibular.
Durante la retención, el SN-GoMe se recuperó un poco (en 0,73°). U1-PP también se revirtió considerablemente (0,83 mm), equivalente a aproximadamente el 41 %. Los posteriores superiores se extruyeron menos (0,22 mm o 16 %). 1,9 mm de la reducción de 2,7 mm (70 %) en la altura facial anterior inferior se conservó a los 12 meses posteriores al tratamiento. Es importante destacar que encontraron una correlación entre la gravedad de la presentación en relación con la intrusión molar e incisal.
¿Qué pensé?
Creo que este fue un estudio interesante. Fue impresionante que los autores evaluaran un número razonable de pacientes con esta modalidad de tratamiento. También observo que los casos de intrusión basada en TAD se presentan comúnmente en las redes sociales (generalmente sin datos cefalométricos de respaldo). Por lo tanto, es fantástico ver que se ha evaluado la utilidad y la estabilidad de este tratamiento.
Existen algunas limitaciones inherentes al diseño retrospectivo. Es concebible, por ejemplo, que solo se seleccionaran casos exitosos. También es posible que se eligieran casos más estables. A pesar de esto, es probable que las tasas de recaída del 16% para la intrusión de los molares superiores y del 41% para los incisivos superiores sean bastante representativas. Además, la menor tasa de recaída en la región posterior puede reflejar los efectos de las fuerzas oclusales intermitentes, lo que puede ayudar a retener los efectos de la intrusión posterior.
A muchos de nosotros nos preocupa la selección adecuada de mecanismos complejos en la ortodoncia moderna, y nos viene a la mente la frase “Para un hombre con un martillo, todo parece un clavo”. La selección adecuada de casos y los niveles sensibles de invasividad son, sin duda, importantes para la planificación de TAD. El protocolo de tratamiento en este estudio fue interesante, con fuerzas aplicadas únicamente desde el aspecto bucal. No mencionaron el uso de un aparato palatino o el uso de TAD palatinos. Por lo tanto, es probable que se hayan encontrado problemas relacionados con el par transitorio durante el tratamiento.
Es notable, sin embargo, que el enfoque utilizado fue relativamente simple. Como tal, aunque no se midieron los impactos y las experiencias de los pacientes, la cantidad de intervención no fue excesiva. Dado que la única alternativa de tratamiento activo real probablemente sea la impactación quirúrgica, esto parece realista en los casos menos graves. Sin embargo, cierto grado de cambio posterior al tratamiento es inevitable.
¿Qué podemos concluir?
La intrusión basada en TAD puede ofrecer una estabilidad razonable a corto plazo, aunque la intrusión anterior parece menos estable que la posterior. Si bien vale la pena considerar los efectos a largo plazo, la intrusión total del arco parece ofrecer una alternativa menos invasiva razonable a la impactación maxilar quirúrgica en casos seleccionados.