TAD o cirugía para corregir AOB: ¿más o menos estable?


¿Que hicieron?

Los autores compararon la estabilidad posterior al tratamiento de la corrección de la mordida abierta anterior (AOB) después de la intrusión molar basada en TAD o la cirugía bimaxilar. Hicieron un estudio de seguimiento retrospectivo de 42 pacientes.

Criterios de inclusión:

A los participantes esqueléticamente maduros del grupo no quirúrgico se les corrigió la AOB mediante la intrusión de los molares superiores con minitornillos. No tenían asimetría mandibular significativa. Emparejaron esta cohorte de pacientes con sujetos tratados con cirugía bimaxilar para abordar una mordida abierta anterior.

Métodos:

Los médicos realizaron la intrusión molar basada en TAD con TAD palatinos y bucales emparejados en cada lado (ocho en total). Les unieron tracción elastomérica. No utilizaron aparatos transpalatinos. El equipo de estudio intentó emparejar la muestra más pequeña (n= 21) de casos no quirúrgicos con un subconjunto de una cohorte más grande de pacientes quirúrgicos (n= 58). En el grupo quirúrgico, la cirugía de 2 mandíbulas involucró una osteotomía Le Fort I con impactación maxilar y una osteotomía dividida sagital u osteotomía de rama vertical intraoral.

Midieron la estabilidad usando parámetros cefalométricos solo con radiografías tomadas antes del tratamiento, después de la intrusión molar (o cirugía), en el descementado y durante la retención. El período medio de seguimiento posterior al tratamiento fue de aprox. 34 meses

¿Qué encontraron?

Ambos tratamientos corrigieron con éxito la mordida abierta inicial (de 3,2 a 3,6 mm), con un aumento de la sobremordida de 4,5 a 5,1 mm con el tratamiento. Este cambio se debió principalmente a la intrusión del molar maxilar (de 3,3 mm). Vieron una pequeña cantidad de recidiva de la corrección AOB antes de la descementación (0,5 a 0,9 mm), ya sea después de la cirugía o después de la intrusión basada en TAD.

En general, aprox. Se mantuvieron ¾ (77-79%) de la corrección AOB durante el período de seguimiento de 34 meses sin diferencias significativas en la magnitud del cambio entre los grupos. Cuando observaron la recaída posterior al tratamiento. Encontraron que el primer molar superior se movió 1 mm y 0,4 mm hacia abajo en los grupos quirúrgico y no quirúrgico, respectivamente, durante el período de retención. Quizás sorprendentemente, una pequeña cantidad de extrusión incisal (0,4 mm) compensó algo la extrusión molar en el grupo TAD.

Cabe señalar que la duración media del tratamiento fue considerablemente mayor (12 meses) en el grupo no quirúrgico, con un tratamiento de más de 34 meses en el grupo no quirúrgico y 22 meses en el grupo quirúrgico, respectivamente.

¿Qué pensé?

Me gustó este estudio. Hay problemas con la metodología ya que se trataba esencialmente de una muestra de conveniencia con un riesgo asociado de sesgo de selección. En particular, es difícil hacer coincidir los casos quirúrgicos y no quirúrgicos. De hecho, podemos estar ‘comparando manzanas y naranjas’. Sin embargo, los participantes parecían estar razonablemente bien emparejados.

También es probable que solo se seleccionaran pacientes exitosos. Por lo tanto, no podemos estar seguros de cuán predecibles fueron ambos enfoques de tratamiento para corregir la maloclusión original.

Los resultados fueron interesantes. Siempre he asumido que la intrusión molar es relativamente estable, y que las fuerzas de la oclusión posterior probablemente reforzarán los cambios inducidos por el tratamiento con el tiempo. Sin embargo, esta teoría no se confirmó en este estudio, observándose cierta extrusión molar en ambos grupos. Además, los incisivos extruyeron una pequeña cantidad en el grupo de TAD, compensando la recidiva en la región molar.

Hay una gama de diferentes mecanismos para producir la intrusión de los molares maxilares. Los autores utilizaron una gran cantidad de tornillos pero ningún auxiliar palatino. Con la llegada de la impresión 3D, es posible que solo nos veamos limitados por nuestra imaginación e ingenio. Hay, por lo tanto, una miríada de formas de aplicar fuerzas intrusivas más predecibles a la dentición posterior. Por lo tanto, este enfoque de tratamiento probablemente se usará cada vez más con el tiempo. Sin embargo, es tranquilizador tener alguna evidencia de que este enfoque puede ser tan estable como los enfoques quirúrgicos.

¿Qué podemos concluir?

En base a las limitaciones del presente estudio, parece haber poco para elegir entre los TAD y la cirugía ortognática con respecto a la estabilidad del cierre de la AOB. Sobre esta base, me pregunto si ahora podría justificarse un estudio prospectivo con asignación aleatoria de los participantes a la corrección quirúrgica o no quirúrgica de la mordida abierta. Si bien este puede ser el caso, optaría por tener el tratamiento basado en TAD cada vez. Parafraseando a Peter Greco, ‘menos invasivo y cumpliendo igualmente con nuestros objetivos’.